Con todo respeto
No. No es por la sopa de murciélago…posta, no. A cualquiera se le puede escapar un coronavirus del plato. Tampoco por ese rumor que desconectan las heladeras a la noche, no no. Son rumores. Y no me molesta que hables en no sé qué cuando voy a la caja con tu marido, que siempre parece que se cagan a pedos y yo ahi esperando a que alguien me dé bola, no, no. Posta. O que tengas la peor verdulería de CABA, no no. Posta, no. O que me hayas cobrado 288 pesos dos duraznos y dos paltas…en eso soy relajado, no no. Posta.
Porque más de una vez me salvaste con algo de último momento que me olvidé de comprar.A parte, siempre descubro marcas nuevas en tu local: corazón de alcauciles “ Ël Ombligo, la arcachofa de tu amigo”, lata de caballa “La Sirena de tu hermana”y uno va probando, es divertido.
Pero, en esta huevontena tuve la posibilidad de descubrir otras opciones: porque hay cosas que faltan y también, porqué no, hacerme un poco más dueño de mi nuevo barrio. Y allí descubrí el almacén de Don Julio y me metí. Ni bien entré se me puso la piel de gallina porque me hizo acordar tanto a mi almacén de la infancia… solo que aquel era de Doña Adela, una italiana que como tantos inmigrantes, se instaló en el barrio procedente de Milán. Y recuerdo perfecto ir de chiquito y me decía “agarrate una galletita dale; probá la aceituna verde que llegaron recién; tomá una rodaja de salame de Milán!!! Y así volvía a mi casa con la panza llena y con los aromas cálidos de un lugar de encuentro vecinal: el almacén del barrio.
Más tarde, cuando ganábamos el clásico del barrio nos íbamos a tomar la Coca(Cola) a la vereda y comentábamos el partido. Unos años después Doña Adela fue mi paciente, capricorniana del 10 de enero, me acuerdo. Vivía con su primo ( ponele) Leonardo, un carpintero malhumorado que también fue mi paciente y allí descubrí que era un tipo bárbaro y que el çhinchudo”era para la tribuna.
Acá estaba Don Julio, 78 años, pelo casi negro natural sin Carmela, impecable, con una chaqueta tipo cirujano, ágil, con 300 precios de memoria en su” human computer”, limpio todo…y esa pregunta que me mató:-Usted es nuevo en el barrio, no?
No- le contesté- hace más de un año que vivo por acá pero a fuerza de ser sincero, es la primera vez que paso por su negocio, lo veo mejor dicho…
-Bueno, Bienvenido, me dijo.
Atrás en la vereda había a una distancia razonable una fila de una decena de personas esperando, porque pasamos de a uno. Don Julio, como si nada, haciendo importante la presencia y con la mirada cómplice de su esposa, me cuenta que llegó de España para el mundial del 78 y hace 42 años que tiene el almacén…
Saca en ese instante el jamón crudo, como quien toma una vasija frágil y me dice que está preocupado, que está anticoagulado y que toma todos los recaudos de higiene necesarios. Lo felicité, le dije que parecía ( de verdad) 15 años menos y que lo impecable hablaba de él y de su mujer, que a esta altura me iba a buscar una leche descremada a la heladera.
-Su nombre? – me preguntó. -Roberto- le dije.
– Sabe Roberto, donde usted vive había una iglesia que tenía acceso y salida por dos calles, nosotros íbamos,vió?…hasta que la vendieron. – Cómo que vendieron la iglesia?
-Y…usted se imagina como funciona esto: se vino el edificio y donde manda la plata no hay confesionario que aguante!- Sé donde vive usted, Roberto( me comentó con cierta nostalgia).
-Quiere probar el jamón? Es de primera eh?
Touché nuevamente, ahí apareció esa imagen de la infancia, tan fuerte, tan linda.
-Si no quiere lo entiendo…
– Gracias Don Julio, como no lo voy a probar.
Atrás de ese gesto tan simple, tan humano, se disparó mi niñez , allá cuando en los cumpleaños estábamos todos..
-Algo más Roberto?
-No, Don Julio, ya me dio todo. Me llevo más de lo que pensaba.
Don Julio se dio cuenta que mis ojos estaban húmedos. Me miró, la miró a su mujer y me dijo:- Usted es bienvenido, cuente con nosotros. Somos viejos, pero somos del barrio.
Reconozco que si no fuera por este virus de mierda, esto terminaba en un abrazo.
La mujer me dijo espere que le acomodo mejor la bolsa…
Y me fui…
No es por el murciélago, no, no. Posta.
Es que amo los almacenes de barrio, de los gallegos y de los tanos. En esos lugares los humanos teníamos, tenemos la costumbre de conocernos, saludarnos y respetarnos.
El corazón es recorrido por emociones atemporales, aquellas que saben de eternidad. Parece ser que para abordarlas algunos requisitos son necesarios. Dicen quienes lo han explorado que ser amante de lo simple puede ser un vehículo apropiado. El corazón, de nuevo, es un órgano que late al compás de lo genuino, un atributo apreciado por los dioses.
No es la fecha de vencimiento del yogurt. No, no. Posta.
Con todo respeto.