Paz y Fer

Fernando y Paz se conocieron de casualidad el día anterior a que dejen de funcionar los trenes.

Totalmente enfocada en lo que llevaba en la mano, Paz entró al vagón de adelante de todo, como lo hacía todas las mañanas ..y se lo llevó puesto.

Fernando estaba parado cerca de la puerta con los airpods,  escuchando maroon5 y sintió el puntazo del paraguas en el pecho, reaccionó algo distraído y allí estaba ella…Paz pidiendo disculpas y juntando algo del “container” que tenia en su cartera.

Fernando 34 años, alto y un físico típico del que hizo y hace deporte, mirada algo dormida y sonrisa franca. Clase media acomodada,  educación privada a decir verdad no súper lúcido en cuestiones que tengan que ver con el intelecto, tampoco tarado. Se lo notaba cuidado, no desafiado, como aquellos que están parados en un punto donde las cosas no están tan mal ni tan bien…como en una atmósfera pseudo conformista/resignada, rodeado de preguntas estáticas de esas que taponan la mente y la salida.

Paz, 30 años, delgada, exageradamente blanca en una suerte de tez sin contrastes. De altura mediana, chatitas y vestimenta discreta casi ejecutiva casual. Cabello negro ondulado y ojos muy vivos: tres idiomas, vegana y experta en semillas que la convertían en una dietética ambulante. Abogada arrepentida, en busca de algo que la llene…

Paz lo miró dos veces mientras recogía sus cosas, Fernando se dio cuenta y aceleró su ayuda.

La sonrisa de Fer era un buen DNI, los ojos de Paz…también.

Borges decía que “cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente que dos almas no se encuentran por casualidad”.

Antes que se bajara Paz se pasaron el Instagram.

Al otro día se declaró el aislamiento obligatorio.

Fer venía de una ex a la que le definía como “pariente de la que te hierve el conejo”, una relación plagada de violencia unilateral de la que le costó alejarse. No quedó golpeado por el fin, sino más bien porque se había descubierto en una zona de indiferencia, de incredulidad al ‘proyecto” de una posible pareja.

Paz se había divorciado ( pese a su corta edad) hacía 3 años; ella la denominaba la experiencia más aburrida de su vida: duró solo un año. Se adentró en el budismo y allí desvió su libido hacia el descubrirse, la meditación, las dietas y así hasta su cuerpo parecía haber disuelto sus formas, tal vez escapándose de la posibilidad de ser atraída nuevamente por alguien que en nombre del mandato la entierre en la desidia más indeseable.

Paz y Fer comenzaron a permearse cibernéticamente desafiando o tal vez aprovechando la distancia para sondearse…sí era claro, que en ese cruce aunque efímero, “algo” había pasado.

Fer era mejor a través de un celu que personalmente, algo tosco para comunicarse mano a mano pero era un buen chico movistar.

Paz era una tormenta de palabras siempre. Sus ojos se encendían con la pasión de los que guardan demasiada vida como para no compartir. Y cuando ella se reía literalmente Fer acusaba el “golpe debajo del cinturón..”

Hicieron el primer “zoom”, cena pactada. Ella se preparó la comida preferida ( no sabemos qué ni con qué semillas) y se arregló bien. Muy bien.

A Fer le encanta cocinar, pasión que heredó de su padre que había hecho varios cursos cortos con los hermanos Petersen sobre carnes. A la tarde, chequeó con su mejor amigo cómo se veía en la pantalla de la compu, que no lo hiciera narigón, que la papada, que..

Se puso una camisa nueva, se preparó un ojo de bife con especias y además quería impresionar con un buen vino… todo lo que el aspecto de él daba como despojado lo tenía oculto de obsesivo con su imagen.

A decir verdad, la comida de ella era cero seductora pero la acomodaba con su gracia y esa risa…

Conectaron. Mucho. Fer le empezó a mostrar su casa con la compu menos donde tenía la ropa tirada y sucia. Ella fue más cauta, el living y ahí…y mucha risa. El tenía dos copas de Malbec encima y se sentía Joseph Fiennes en “Shakespeare enamorado”…ella lo medía, reía y lo  medía.

Los días fueron pasando y paradójicamente parecían una “pareja”, ponele.

Ya había sobre nombres, se contaban todo o casi y Paz hasta le consultó como veía él que ella comenzara una nueva carrera. Fer por primera vez se sentía libre estando con alguien…lo interesante es que la gran protagonista de esta historia cada vez pasaba más desapercibida: la pantalla de la laptop.

Pasaron 3 meses desde aquel primer incidente del tren hasta que levantaron la cuarentena.

Quedaron en verse. Raro, muy raro. Ir a ver a alguien que casi sabía todo del otro y enfrentarse al miedo de qué pasaría en el plano de los reales, allí donde los aromas, el tacto, las miradas hacen elecciones tajantes a veces, aceptadas o postergadas. El encuentro era el final de The Truman Show, ahora volvían a ponerse en juego los intangibles de la atracción, los que gobiernan destinos y almas. Los que diseñan vidas y las exaltan o las invitan a desaparecer en las sombras de los recuerdos.

Fernando y Paz habían sobrevivido  al coronavirus y ahora se enfrentaban a ellos mismos.

Ella se subió al auto de Fer. Los dos muy nerviosos, ella no reía y él tampoco. Ella bajó la vista de frente a él e inesperadamente Fer le tendió la mano! Automáticamente Paz recogió el brazo derecho en dirección a la cartera para buscar el alcohol en gel y…frenó, levantó la cabeza y casi como quien entrega su virginidad le apretó la mano a un Fernando al que le había cambiado el rostro. Se besaron sin barbijo, sus cuerpos temblaban y  olieron sus pieles sin perfumes.

Fernando y Paz se dieron cuenta que eran humanos, como antes. Ahora lloraban emocionados, no había risas. Se asemejaba a un encuentro después de varias vida;, a un encuentro en esta vida; a un encuentro con la vida.

“Venías de un mundo que no alcanzaba a imaginarme. Eso amé de ti, esa extrañeza”.