Pichanal, viaje al corazón del olvido.
“La memoria oral de una comunidad es la riqueza de sus saberes colectivos expresados en palabras andantes, en cuentos, en cantos, historias, mitos y formas de decir que no se anclan en la escritura.”
Ñande Arakae, nuestra historia.
Partí desde la Ciudad de Salta hacia Pichanal, una ciudad del departamento de Orán, ubicada al noreste de la Provincia de Salta. Se ubica sobre la ruta nacional 34 en el km 1329.
Salió el micro de madrugada y unas 4 hs después me hallaba en la terminal de Pichanal, luego de cruzar Jujuy y reingresar a Salta.
Desértico el arribo y el polvo de las calles de tierra invadía esa isla de material al costado de la ruta.
Me costó diferenciar al único taxi presente ya que estaba cubierto de tierra. Pregunté por el convento de la Misión San Francisco y a solo un par de minutos me dejó aquel hombre cuyo cachete estaba inflado de coca.
Me recibió Toi que lo primero que me dijo fue: ”Acá la presencia de la muerte están fuerte que celebramos la vida de una manera intensa.” Victoria, una arquitecta que estaba con su bebé león de 10 meses, está instalada allí hace un tiempo con su esposo, haciendo voluntariado.
En principio, fui a conocer a mis ahijadas aborígenes Mindy (tres meses) y Luciana( tres años) ambas en riesgo nutricional tanto como otros 80 chicos que asisten al comedor de la Misión, todos los mediodías para recibir un plato de comida que lentamente las pueda ir alejando del pecado capital político más importante: el hambre en un país rico.
Unos 300 niños más concurren por la tarde a los merenderos. Cuando se acaba la época de la cosecha el número de chicos que acuden por comida asciende a 1200 por día. Sí, leíste bien.
Pichanal es el paraíso, suele decir con una sonrisa el padre Martín Caserta, 41 años oriundo de Moreno, Pcia de Bs as ex estudiante de Odontología, encargado de la Misión Pichanal.
Lo desborda el entusiasmo, la buena onda y las ganas por hacer. Llegó y compartimos unos spaghettis amasados por Mery a la bolognesa. Mery, 32 años, de Olivos, voluntaria,instalada allí hace tres años…
Las condiciones de hacinamiento, pobreza estructural, falta total de oportunidades, olvido estatal sobre salud y medicamentos, hicieron de este lugar que 8 de cada 10 mujeres embarazadas tengan sífilis. Sí, también leíste bien. No hay penicilina ( “una droga nueva, ironiza Martín mascando la bronca de la impotencia). Además 9 de cada 10 niñas son abusadas.
El estado nacional hace seis meses suspendió la entrega de preservativos y el suministro de leche.
La miseria moral es peor que la estructural, porque mata en silencio amparada en la indiferencia.
Esta suerte de epopeya humana comenzó en los 70 cuando el padre Roque Chielli subió la ruta 34 hasta que llegó al entonces monte de Pichanal. Lo primero que observó fue la explotación desalmada del ingenio tabacal sobre los hombres de la entonces pequeña comunidad guaraní.
Roque encaró a los dueños de ese atropello social diciéndoles que si no mejoraban las condiciones laborales se iba a llevar a todos.
Y así fue, consiguió un predio de 3 cuadras por 12 y allí les enseñó a construir sus lugares. No les regaló la tierra, les enseñó a trabajar, oficios, etc para que eleven su calidad de vida y generen nuevas oportunidades. La nueva situación que incluye colegios primario y secundario,
Atrajo a numerosos guaraníes que se acercaban de la triple frontera apenas 60 km del lugar. Esto se fue de las manos y es lo que hoy Martín y su gente luchan por revertir. Para el adolescente de Pichanal la pobreza tiene cara de muerte. Otra vez, la escasez de proyectos inclusivos los deja cara a cara con la droga y el desánimo.
Hoy cuentan con un equipo de fútbol, deportivo Guaraní y un gimnasio artístico hecho con mucho amor y dedicación para atraer a estos chicos al deporte.
Las mujeres, victimas de violencia y abuso son las reinas del lugar.Son titanes, como las que se cargan al hombro proyectos, como una forma de desafiar con dignidad la degradación humana llevada al extremo. Todas las noches se celebra alguna fiesta patronal o la conmemoración de alguna fecha especial.
Los hombres son considerados ancianos a los 50 años, dada su exposición inhumana en las cosechas. Hoy, les pagan 400 pesos por día.
Como dice Toi, se celebra fuerte la Vida para que la muerte dude de asistir.
Estamos armando un equipo de voluntarios para sumar privadamente esfuerzos que apunten a llevar vida, allí donde gobierna la muerte. Tal vez el que reciba tu ayuda nunca sepa que lo hiciste pero no tengas dudas, que si llega a ser un hombre de bien, recordará lo que hicieron por él y crecerá en su alma, la irresistible fuente del deseo solidario, aquella que celebra la Vida de corazón a corazón.
Si te interesa colaborar, escribime a [email protected] y te paso info.
Como decía José Martí “Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad”.
Con afecto, Roberto.
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