Puerto Sentir

En el mar de la conciencia, desparraman su existencia las emociones. A veces como suaves brisas, otras mostrando el poder de su arrastre. Somos seres habitados por sentires.

De hecho, tal vez uno de los mayores desafíos a los que nos enfrenta la vida sea éste, la comprensión, la habilidad, la humildad de reconocer los profundos alcances del mundo emocional. Nos atrapan, nos liberan, nos condicionan, nos limitan, nos expanden, nos enfrentan, nos juntan, nos distancian y nos acercan, son ellas sí, las emociones.

A veces ganan los impulsos, otras las decisiones. Los primeros, más románticos, más amigos de lo que venga también pueden estrellarnos contra obstáculos eludibles. Las otras, las decisiones pertenecen al ámbito de la elección. Y mucho dependen de las sensaciones que nos recorren en el momento justo de tomarlas.

Y por aquí se abre la necesidad imperiosa de convertirnos en capitanes de nuestro destino: gestionando nuestra atmósfera emocional para que aquellos actos que asumamos se correlaten con nuestro deseo, para que se desplieguen las velas a favor de nuestros vientos internos y llegar asi… a tierras soñadas .

En el camino, en el proceso de aprendizaje, quizás nos sorprenda algún naufragio inesperado y nos arroje lejos, muy lejos de nuestro control.

Como todo cisne negro, los primeros tiempos serán álgidos, duros, dolorosos y de una intensa soledad. Sin embargo, lo precipitadamente acontecido en “contra de lo anhelado”, suele conllevar consigo oportunidades solo posibles de ser descubiertas en escenarios inexplorados, más allá y fuera del alcance de lo conocido, de aquello que nos hace sentir “seguros”en el nombre del conformismo.

Estos parajes se manifiestan en la adversidad, cuando nuestros recursos ciegos se iluminan en dirección al sano sentido del aprendizaje. Allí las fronteras de lo posible se expanden de cara a la posibilidad.

De manera, que estar atentos y enfocados en la indagación constante de las emociones que surcan nuestro ir siendo se convierte en una necesidad para planificar nuestra bitácora para que nuestro potencial no manifiesto se exprese y nos declare la vastedad de los mundos infinitos que yacen en las profundidades del mar de la conciencia, el océano del no límite.